El aceite de jojoba, es un ingrediente natural que se consigue con la extracción del aceite de las semillas del simmondsia chinesis, también conocida como Jojoba. Se trata de una planta que proviene del desierto de Sonora y del desierto de Mojave, en la zona fronteriza entre el sureste de los Estados Unidos y México. Su uso se remonta a las comunidades aztecas hace cientos de años, quienes ya utilizaban esta planta por sus enormes beneficios y propiedades para la piel.
El INCI (Nombre internacional) del aceite de jojoba es “Simmondsia Chinensis Seed Oil”.
Aunque se ha popularizado con el nombre de aceite de jojoba, técnicamente no es un aceite, sino un éter de cera. De todos los compuestos en la naturaleza, este éter de cera es uno de los más similares a la grasa de la piel humana, el manto lipídico natural de nuestra piel. Por ello, es muy compatible con la piel y es tolerado por todo tipo de pieles, tanto grasas como secas y tanto dañadas como jóvenes y sanas.
El aceite de jojoba está compuesto por un 97% de ceramidas, unas moléculas presentes en la piel humana que refuerzan y reparan la barrera de la piel y evitan que pierda agua. Esta composición hace que sea estable al calor y a la oxidación, permitiendo una buena conservación de sus propiedades con el paso del tiempo.
Se trata de una cera vegetal líquida que por sus características y sus múltiples beneficios hacen que encontremos este ingrediente en muchos productos cosméticos con diferentes aplicaciones como desmaquillantes, hidratantes faciales, cremas after-shave, aceites de masaje, acondicionador para el pelo, etc.
Su aplicación penetra muy fácilmente en la piel y aporta un efecto satinado. Entre sus beneficios, lo más destacado son sus propiedades hidratantes, reparadoras y su poder para regular las secreciones sebáceas, es decir la grasa que expulsa nuestra piel.