A estas alturas te estarás preguntando, “¿pero cómo es que algo para las arrugas puede hacer todo esto?”. Es porque el bótox es un neuromodulador, no un relleno.
La función de la toxina botulínica es bloquear los receptores de acetilcolina para evitar que cumplan la misión de activación que hayan recibido.
Vamos por pasos.
Todo nuestro cuerpo funciona gracias a la comunicación entre nuestras células. Por ejemplo, cuando quieres beber un poco de agua, el cerebro envía las señales necesarias para activar nuestros brazos, dedos y boca para coger el vaso, acercarlo e inclinarlo.
Para enviar y recibir algunos de estos mensajes se libera un neurotransmisor llamado acetilcolina.
Entonces, cuando se envían instrucciones que no son necesarias, como contraer los músculos de la vagina más de lo necesario o activar las glándulas sudoríparas cuando no hace falta, necesitamos ponerle freno.
Ahí es donde entra el bótox. Su función es bloquear los receptores de acetilcolina para relajar los músculos o controlar la producción de sudor.
Es como si aplicásemos un aislante a una cadena de bombillas: sólo se encenderán las que no tengan el aislante.
La clave está en saber elegir qué bombillas bloquear para lograr el efecto deseado.